Cuando cantaba con mi profesor Camilo Sesto

Descripción de la publicación.Mi vida en Cataluña entre 1973 y 1975 fue un viaje complejo y revelador. Como un joven marroquí, me encontraba en un país ajeno, enfrentando la adversidad de una enfermedad que alteraría el rumbo de mis días: la tuberculosis.

CULTURA/POESIA

Mostafa Raoud

6/30/20253 min read

Por: Mostafa Raoud

Mi vida en Cataluña entre 1973 y 1975 fue un viaje complejo y revelador. Como un joven marroquí, me encontraba en un país ajeno, enfrentando la adversidad de una enfermedad que alteraría el rumbo de mis días: la tuberculosis. Aquellos momentos en el hospital de enfermedades del tórax no solo marcaron un capítulo en mi historia de vida, sino que también se convirtieron en una oportunidad inesperada para crecer y aprender. La nostalgia por mi tierra natal siempre ha sido una constante en mi vida.

Refugio que me ofreció la oportunidad

Cuanto más tiempo paso lejos de Marruecos, más intensamente siento el dolor por sus lugares, sus barrios y sus ciudades. Es una sensación agridulce, el anhelo por lo que se ha dejado atrás mientras se busca adaptarse a lo nuevo. En este caso, Cataluña, un lugar que, aunque inicialmente era extraño, se fue convirtiendo en parte de mi identidad, en parte de mi hogar. El hospital no era solo un lugar de tratamiento físico, sino también un refugio que me ofreció la oportunidad de descubrirme a mí mismo. En esos días, sumido en un letargo por la enfermedad, entendí que debía encontrar maneras de enfrentar mi entorno y aprender el idioma que me rodeaba. Así fue como, en medio de un ambiente de retos y limitaciones, encontré en los libros y las canciones una vía de escape y aprendizaje.

Más allá de las paredes del hospital

Los pasillos del hospital estaban llenos de susurros en español, un idioma que al principio me parecía un laberinto incomprensible. Sin embargo, con la ayuda de una biblioteca escasa pero del todo valiosa, comencé a sumergirme en la lengua de mis nuevos vecinos. La lectura se convirtió en mi pasaporte para una comunicación más efectiva y significativa. Ahí, entre las páginas de los libros, forjé un vínculo con el español, un camino que me llevó más allá de las paredes del hospital. Una herramienta que me ayudó enormemente en este viaje lingüístico fueron las canciones.

Sus baladas, cargadas de emociones

La música siempre ha sido un puente entre las culturas, y en mi caso, se transformó en un maestro inigualable. Las letras de las canciones se convirtieron en lecciones de vida y de idioma. Entre los artistas que me influenciaron, Camilo Sesto se destacó como un faro de romanticismo que resonaba en mis sentimientos. Sus baladas, cargadas de emociones, no solo me enseñaron nuevas palabras, sino que, a su vez, me permitieron expresar mis propias emociones, mis propias esperanzas y mis anhelos en un idioma que comenzaba a sentir como propio. Cantar las melodías de Camilo Sesto era como dialogar con el corazón de una nueva cultura. Las letras hablaban de amor y desamor, de pasiones intensas y de la fragilidad humana, temas que tocaban mi ser profundamente.

La tuberculosis me enseñó la importancia del tiempo

En cada nota, encontraba un reflejo de lo que estaba viviendo, un eco de la soledad que a veces experimentaba y de la esperanza que nunca dejé de buscar. La tuberculosis me enseñó la importancia del tiempo. Aprende a valorar cada instante, cada respiro. Aunque la enfermedad me confinó en un hospital, también me otorgó la valiosa oportunidad de enriquecer mi espíritu y mis conocimientos. Mientras mis amigos disfrutaban la libertad del exterior, yo me sumergía en un mundo de palabras y melodías. Gracias a este descubrimiento, logré abrir una puerta que, de no ser por la enfermedad, quizás nunca hubiera cruzado.

El amor por la lengua española

Mi viaje en Cataluña no fue solo una experiencia médica; fue una transformación espiritual y personal. La lucha contra la tuberculosis, aunque dolorosa, fue un catalizador que amplió mis horizontes. Mientras lidiaba con mi fragilidad física, descubrí una fortaleza interna que no sabía que poseía. Aprendí a no solo escuchar, sino a hablar. No solo a sobrellevar mi realidad, sino a cambiarla a través del aprendizaje y la conexión cultural.

Finalmente, mi experiencia en Cataluña se convirtió en un capítulo de resiliencia, donde cada palabra aprendida y cada melodía cantada me acercaron a lo que ahora considero un segundo hogar. El amor por la lengua española, cultivado entre hospital y música, permanece en mi corazón, como un recordatorio de que muchas veces, en las adversidades, encontramos las mayores oportunidades para crecer. Y mientras más tiempo paso fuera de mi país, más revivo cada rincón de mi historia, cada nota de una melodía que, aunque lejana, nunca se desvanece.

.